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testimonios misioneros

Mª del Mar Postigo

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| Mª DEL MAr postigo

Marruecos |  Proclade Bética  |  Misionera

Mi nombre es Mª del Mar y he estado 7 años en un proyecto llamado Hogar Lerchundi en Tánger gestionado por Proclade Bética (O.N.G de los misioneros claretianos); anteriormente estuve realizando diferentes experiencias misioneras en países como Argentina, Ecuador y Chad. Desde un discernimiento personal y con el seguimiento de mi comunidad fui descubriendo que estas experiencias de verano se quedaban cortas y que para mí no era suficiente, así que decidí lanzarme y arriesgarme a eso que en mi corazón brotaba desde hacía mucho tiempo. La misión en Marruecos tiene la gran peculiaridad de que no se puede evangelizar con palabras, sólo con el ejemplo y eso se demuestra en el día a día. En Tánger descubrí una iglesia diferente donde el pobre siempre está en el Centro y nosotros solo compartimos nuestra vida con ellos, acompañamos, sembramos...

 

El proyecto para mí ha tenido dos pilares fundamentales, los niños y niñas, protagonistas reales de esta historia por los que cada día te levantas para dar gracias a Dios y te acuestas pidiendo que gocen de buena salud, educación, familia,… El poder trabajar con familias de otra cultura, idioma, religión me ha enseñado a valorar la vida como un don preciado porque viviendo en una sola habitación o siendo madre sola (aquí me detengo para explicar que en la religión musulmana si eres madre soltera, eres repudiada y despreciada por tu familia), es a veces muy difícil salir adelante sobre todo cuando cada día estás viendo a gran cantidad de niños viviendo en la calle;  por eso desde el Hogar el objetivo fundamental se trabaja la prevención y el desarrollo integral del niño para que pueda tener un espacio donde acudir después de la escuela.

 

Otro de los pilares, la residencia de voluntarios, con los que convivíamos como una gran familia intentando ser ejemplo de evangelio vivo. La mayoría de los jóvenes vienen con unos prejuicios que desaparecen cuando se van y el poder compartirlo con ellos te enriquece personalmente.

Y en todo esto llegamos a lo más importante, la fuente, lo que nos mantiene, el pilar fundamental: Dios, sin él la misión se convertiría en un proyecto personal; sin embargo reconozco que las dificultades no se superan si no es Él quien te acompaña cada día y para ello la oración y la Eucaristía son el alimento más importante.

Así que animo a los que tengan esta inquietud, que confíen, que se lancen y que poco a poco descubrirán que la misión es una forma de vida y merece la pena vivirla.

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| SOLEDAD CALZADO

Kenya |  Religiosa Filipense  |  Misionera

Mi nombre es Soledad Calzado. Soy Religiosa Filipense Hija de María Dolorosa y estoy en Machakos (Kenya) desde hace un año. Nací en Málaga, pero pronto nos trasladamos a Antequera. Allí realicé mis estudios e inicié mi vida laboral. Cuando ingresé en la Congregación, mi tarea apostólica se desarrolló fundamentalmente en Sevilla. Después de los años, como a Abrahán, se me invitó a salir de “tu tierra”, lo seguro, lo que controlas y aventurarte en lo nuevo, lo desconocido e incierto.

 

En Kenya, nuestra Congregación quiere hacer presente nuestro carisma de ternura y misericordia para con los más necesitados, especialmente con la mujer marginada. Por ello, ante la realidad del país y de las necesidades descubiertas, nuestra misión apostólica se desarrolla fundamentalmente a través de tres Proyectos:

  • Proyecto de apadrinamientos de niños/as y adolescentes para que puedan acceder al sistema educativo. La educación y formación es el mejor medio para salir del círculo de la pobreza.

  • Proyecto de merienda diaria a los niños/as para ayudar a las familias en su escasa economía y paliar la desnutrición de los niños del barrio.

  • Taller de costura y tricotar. En una cultura como la africana, en la que la mujer no goza de demasiada autonomía ni economía nos parecía importante crear algún taller en el que la mujer pudiera trabajar, promocionarse y autogestionarse de cara a una mejor subsistencia familiar.

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No es fácil la vida en estas tierras, pero compensa. No es fácil adaptarse a otra sociedad, otros idiomas, otro universo cultural… Pero la sonrisa de los niños, la gratitud de las familias humildes, la conquista de cierta libertad para la mujer y compartir la fe con los pobres de la tierra, te hacen pensar que tu vida, en medio de las carencias, puede estar resultando útil, que tu aportación, aunque pequeña es significativa para alguien

 

Los “misioneros/as” sólo somos cristianos de a pie que se han dejado seducir por una mirada y un envío y han querido hacer de su vida un humilde don para los demás. Sin la ayuda del dueño de la mies y el apoyo y colaboración de todos vosotros que os sentís en sintonía con nuestra misión, esto sería imposible. Gracias. Que el Señor bendiga todos los esfuerzos por el anuncio del Reino.

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| PALOMA TEXEIRA Y PEPE MONTES

Argentina |  Misioneros de la Esperanza (MIES)  |  Experiencia Misionera

La idea de salir de casa durante un verano y dedicar tus meses de vacaciones a colaborar en algún proyecto es algo que mueve a muchos jóvenes durante los meses estivales. Sin embargo, en nuestro caso, la decisión de montarnos en un avión rumbo a Buenos Aires no surgió únicamente de las ganas de “ayudar”.

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A los pocos meses de casarnos sentimos que el Señor nos llamaba a dar un paso más en nuestro compromiso con los hermanos, nos llamaba a tener una experiencia de misión fuera de nuestro barrio, de nuestra parroquia, de nuestra ciudad…

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En nuestra vida siempre ha habido una pregunta constante: “¿Qué quiere Dios de nosotros?” y en aquel momento, tras discernir diferentes opciones y después de poner todas nuestras circunstancias en la oración… se nos planteó en el año 2010 la posibilidad de vivir una experiencia de misión en Buenos Aires.

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El Señor, a lo largo de nuestras vidas y en diferentes etapas, nos ha ido poniendo por el camino testimonios de misioneros que nos han ido cuestionando e interpelando. Todo eso, unido a distintas experiencias enriquecedoras como campos de trabajo misioneros, supuso la base sobre la que después el Señor iría construyendo nuestra propia experiencia misionera durante aquel verano.

 

Formamos parte de la asociación MIES (Misioneros de la Esperanza) en Málaga, donde para poder llevar a cabo nuestra experiencia, nos formaron y nos siguen transmitiendo la importancia de llevar al Señor a todos los rincones del mundo.

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Pachón Proyecto Bolivia

| RAFAEL LÓPEZ (PACHÓN)

Bolivia |  Grupo Misionero Proyecto Bolivia - HH. Maristas  |  Experiencia Misionera

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¿Alguna vez se han visto en la tesitura de tener que dejar un trabajo porque Dios les gritaba que Él quería otra cosa para ustedes? En los tiempos que vivimos no podemos permitirnos el lujo de hacerlo, pero hace 15 años, mi opción fue responder con un SI gigante. Eran otros tiempos y yo acababa de entrar en la veintena. Ante mí tenía la opción de firmar mi primer contrato indefinido o la de dejarlo todo para marchar a una tierra que un año antes me había robado el corazón. Mentiría si les dijera que, a veces he llegado a pensar que la opción la tomé por egoísmo sentimental en vez de por Fe. Pero lo que vino después le da la razón a Él. 

 

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Antes me gustaría ponerles en contexto. Siempre he sido lo que coloquialmente se dice “una persona comprometida”. Siempre he sido voluntario. De hecho, no pude serlo en serio hasta que no cumplí los dieciséis. A partir de ahí, lo fui en Cáritas, en Maristas, con las Hijas del Patrocinio de María, en voluntariado sociales de asociaciones locales… Pero nunca había sentido la llamada misionera. ¿Recuerdan las visitas colegiales de los misioneros y misioneras que venían a contar su testimonio? Pues yo era el único nene de toda la clase que no levantaba la mano cuando el misionero de turno preguntaba: ¿quién quiere ser misionero? ¡Todavía les digo más! Con diecisiete años me dijeron: “¡Pachón! Tú tienes que ir a Bolivia”. Y mi respuesta literal fue: “a mi no se me ha perdido nada allí”. Tal cual. Quien me iba a decir a mi que, dieciocho años después, la mitad de mi corazón aún seguiría latiendo a ritmo de saya.

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Permítanme retornar a mi idea inicial: el tema es que, con veintitrés años recién cumplidos, después de haber pasado dos meses el año de antes en Bolivia, rechacé una oferta de trabajo como fotógrafo y diseñador gráfico en una empresa (lo que yo había estudiado) que ahora sería pecado bandonar. La rechacé para viajar hasta Comarapa, capital de la provincia Manuel María Caballero, en el centro del país andino a 1.825 metros sobre el nivel del mar. Aunque suene con cierto aire de pompa y boato eso de capital, desgraciadamente las capitales provinciales bolivianas no son comparables a las españolas. Yo aún no lo sabía, pero el 3 de julio de 2005, Dios, ya no es que me iba a zarandear, sino que me propinó un guantazo de amor tan grande y a mano abierta, que hizo que mi vida cambiase de rumbo 180º.

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El plan era “cubrir el hueco” de seis meses que había antes de que llegara la siguiente misionera a Comarapa, la cual tendría una experiencia de un año. Mi grupo, el grupo misionero “Proyecto Bolivia”, perteneciente a la ONGD SED de los Hermanos Maristas, tiene su Campo-Misión en los meses de julio y agosto. Yo viajé con la idea de pasar julio y agosto en las comunidades campesinas cercanas a Comarapa y bajar (¡sí! He dicho bajar) para incorporarme al Centro Educativo Campesino (actualmente Casa Montagne) que los Hermanos Maristas, SED y Proyecto Bolivia mantenemos desde hace más de veinte años.

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Podría ser muy detallista contándoles las cientos de experiencias que viví allá. Incluso aún hoy, quince años después, soy capaz de recordar los 33 nombres de las chicas y de los chicos con los que viví. Además, podría contarles lo enriquecedor que fue para mí, vivir la experiencia en la comunidad de los Hermanos Maristas de Comarapa. Pero no quiero caer en tópicos de los testimonios de experiencias. Si les contaré que pasé seis meses siendo el hermano mayor de 33 chicos y chicas que también estaban fuera de sus casas. Seis meses riendo, llorando, sufriendo picaduras de pulgas y comiendo papas todos los días con los chicos y chicas del internado. Seis meses viviendo cual comarapeño con todo el folklore local incluido. Seis meses trabajando casi de sol a sol, estudiando cosas que ya había olvidado pero que necesitaba refrescar para poder pasar las ayudantías de lectura, matemáticas, biología, física, historia… ¡caso aparte la historia! Les reconozco que se me atragantó un poco, pero me resarcí años más tarde poniéndome al día. Seis meses, respirando azul clarito, compartiendo mesa a cada instante, hablando hasta el anochecer de la vida, acompañando a campesinos a los bancos para registrar su cooperativa; seis meses estudiando sobre placas solares, politubos de agua y complementos de rastras y arados para tractores. Seis meses dando vida sin parar, sin fondo y sin filtro.

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El contacto con el Padre Amerindio hizo que mi vuelta a España fuera bastante difícil. La Providencia me regaló un trabajo a penas a los 2 meses de la vuelta y, además, de lo mío. De fotógrafo y diseñador en una empresa de ropa. Un trabajo normal, pero muy top si lo comparamos con la calidad del trabajo que hoy sufrimos. Pero mi corazón ya no latía igual. Mi ser ya no estaba pleno. Dios me quería en otro sitio. De esa manera, a los tres meses de empezar en el trabajo nuevo, opté por empezar de cero. Dejé el trabajo de oficina y estudio para dedicarme a trabajo de calle (y de patio de colegio), volví a casa de mis padres (algo que nunca les he agradecido lo suficiente), me puse a estudiar de nuevo y me propuse ser más coherente con la opción de vida que me demandaba Abba: tienes que vivir la vida como Misión. Y, como se dicen en los relatos, el resto es historia. Los chirríos y los desajuste que sentía en mi interior, desaparecieron. Opté por entrar profesionalmente en el mundo de “lo social” y desde entonces, ahí sigo, en el lugar al que estoy llamado a ocupar: estar al lado de quien lo necesite.

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Mis amigos me siguen diciendo: “¡illo! Tú no estás bien” cuando les cuento que, cada vez que he vuelto a Bolivia, según se acercaba la fecha de volver, una pesadilla se repetía en mis sueños. La pesadilla de despertar en España, de salir del cuarto de casa de mis padres, preguntarles vehementemente por qué no estaba en Comarapa y sufrir recibiendo su respuesta: ha sido todo un sueño, hijo, nunca has estado en Bolivia. Doy gracias a Dios y a la Buena Madre toditos los días de mi vida, por haberme regalado la oportunidad de despertarme en Comarapa.

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| MONS. JOAQUÍN PINZÓN GÜIZA

Colombia |  Obispo del Vicariato Apostólico Puerto Leguizamo Solano

"Aquí estoy, envíame" Isaías 6,8. Es el título del mensaje del Santo Padre para la jornada mundial de las misiones 2020. Sin duda muy sugerente, debido al contexto que estamos viviendo marcado por la incertidumbre en la que nos tiene sumidos la pandemia del Covid 19. Justamente en el mensaje se hace referencia a la meditación ofrecida por el Papa Francisco en la plaza de S. Pedro el pasado 27 de Marzo.

El Papa llegó al corazón de toda la humanidad, pues todos nos sentimos interpelados: "Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados".

Pero al mismo tiempo, en estos contextos de la Amazonía, a pesar de sentirnos sorprendidos por la tormenta inesperada y furiosa como todos los demás, nosotros debimos comprender que a pesar de compartir la misma tormenta no estábamos todos en la misma barca.

Con preocupación y sentido de impotencia nos ha tocado acompañar a nuestra gente, que se pregunta con inquietud: ¿cómo afrontaremos esta pandemia? Al ver como en otros lugares del país (Colombia), se disponen de los mejores recursos para hacerle frente a esta situación, mientras que la preocupación por los territorios de la periferia es casi nula. Esta pandemia puso al descubierto otras pandemias que desde hace años azotan nuestras comunidades: el abandono del Estado, la marginación, la desigualdad, la violencia y la corrupción que no han parado durante la cuarentena.

Es, en este contexto global y desde esta Amazonía colombiana, donde nos sentimos desafiados a ratificar el deseo de ser enviados. Aunque pueda sonar contradictorio, los dinamismos que suponen "mándame", con los constantes llamados que se nos hacen desde diferentes puntos de vista: "quédate en casa" como una exigencia para el cuidado de la salud personal y salud pública.

Por eso, en los comienzos de toda esta situación, la impotencia era la que más afloraba en el corazón de cada uno de nosotros. Poco a poco fuimos comprendiendo lo que estábamos viviendo y al mismo tiempo buscando los mecanismos para afrontar este nuevo modo de vivir que, aunque si es transitorio, nos ha costado acostumbrarnos a él.

Sin duda, como afirma el mensaje del Papa: "Es Cristo quien saca a la Iglesia de sí misma. En la misión de anunciar el Evangelio, te mueves porque el Espíritu te empuja y te trae". A la luz del Espíritu nos preguntamos ¿cómo vivir esta coyuntura? la creatividad en los misioneros y misioneras no se hizo esperar para celebrar la fe de diversas maneras en medio del confinamiento. Los medios de comunicación nos ofrecían una alternativa, el wassap, y sobre todo la emisora comunitaria "la voz de la esperanza", sigue siendo el medio para llegar a las personas, tanto en los centros urbanos como a las comunidades y cabildos indígenas. A través de ella se ha podido ofrecer no solo contenidos de evangelización, sino temas relacionados con la salud, el cuidado y la información de interés común.

A medida que pasa el tiempo, las personas están en casa sin poder salir a trabajar, se les acaba lo poco que tienen para sobrevivir, pues en su gran mayoría son personas que viven de la economía informal.

Ante esta realidad, se hace necesario poner en marcha el otro pilar fundamental de la misión: la caridad...como nos lo recuerda el mensaje del Papa, al cual estamos haciendo referencia: "En este contexto, la llamada a la misión, la invitación a salir de nosotros mismos por amor de Dios y del prójimo se presenta como una oportunidad para compartir, servir e interceder".

Se constituye un equipo de intervención caritativa, éste siguiendo con los protocolos de bioseguridad sugeridos, llegan a las personas y familias más vulnerables en las cabeceras municipales y con la barca a través de los ríos a las comunidades rurales, con alimentos para mitigar sus necesidades.

Es así, que en este Vicariato Apostólico de Puerto Leguizamo Solano, estamos viviendo con intensidad el "Aquí estoy, envíame", desde la presencia y cercanía a las personas, la esperanza transmitida a través de los medios, sobre todo de la emisora, y la caridad hacia los más necesitados.

Como equipo misionero de esta Iglesia misionera amazónica, pedimos al Señor de la misión, que nos mantenga generosos para acoger el mandato en sintonía con la invitación del Papa Francisco en su mensaje misionero: "...Y nos pide nuestra disponibilidad personal para ser enviados, porque Él es amor en un movimiento perenne de misión, siempre saliendo de sí mismo para dar vida"

De este modo, todos juntos, vamos haciendo posible un buen vivir para que en Cristo tengamos vida.

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